Ricardo Esquivia, la emblemática lucha de un defensor de derechos humanos en Colombia.

Premio Defensores

Tomado de: https://www.aa.com.tr/es/mundo/ricardo-esquivia-la-emblem%C3%A1tica-lucha-de-un-defensor-de-derechos-humanos-en-colombia/1676752

A Ricardo Esquivia su propia vida lo fue llevando por el camino de la defensa de derechos humanos desde que era niño, no fue una profesión que él escogió de manera libre y racional, como se cree comúnmente que se elige una misión de vida.

Cuando tenía siete años, la violencia en Colombia le arrebató su tierra a su familia y una enfermedad de su padre los convirtió en personas rechazadas por la sociedad. Tratando de buscar justicia, estudió para ser abogado y más de 50 años después, la organización Diakonía y la Iglesia Sueca le otorgaron el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia en la categoría Defensor a toda una vida.

Esquivia habló con la Agencia Anadolu sobre las amenazas que se ciernen hoy principalmente en su región, los Montes de María, en el Caribe colombiano, y cómo es la labor de toda una vida de un defensor de derechos humanos.

La tragedia de su familia

“Simplemente yo nací en una familia de campesinos sin tierra. Mi mamá es de origen indígena y mi papá es negro. Somos de la tierra, del campo. Y luego mi papá fue declarado leproso y la lepra era considerada una calamidad pública”, cuenta Esquivia. 

Como a todos los leprosos en esa época, “los capturaban y los traían para Agua de Dios”, un municipio de Cundinamarca que tenía el único sanatorio de leprosos en Colombia. 

“Ese fue mi bautizo de derechos humanos. Duro, porque realmente para los enfermos de lepra no había derechos humanos. Inclusive los mismos defensores de derechos humanos de esa época no se acercaban porque se podían contaminar. Mi mamá se vino detrás y se vino con nosotros. En esa época tendría unos siete, ocho años”, relata Esquivia.

Esto convirtió a la familia, su madre y cuatro hermanos más, en una suerte de ‘parias’. “En el caso mío en particular, yo era negro, tal vez el único negro que vivía en esa zona, entonces a uno lo rechazaban por eso. Como éramos hijos de leprosos, la gente pensaba que éramos leprosos y si a uno le daban un vaso con agua, rompían el vaso, porque le tenían un miedo terrible a la lepra. Y además éramos pobres”.

Ese comienzo doloroso lo puso a reflexionar desde muy niño. “Otra vez, no lo quise, pero eso me llevó a pensar mucho en lo que era la justicia, tratar de entender eso, comprender inclusive a nivel religioso: «bueno, ¿por qué Dios nos manda esto?». 

En ese escenario, una misión de la Iglesia Menonita se estableció en Colombia “y al ver la situación de los niños sanos de padres enfermos de lepra, decidieron comprar una finca en Cachipay, Cundinamarca, y ahí abrieron un colegio internado y llevaban a los niños allá. Yo estuve cinco años ahí”, recuerda el defensor.

Su paso por el derecho

Al salir del bachillerato, Ricardo Esquivia creyó que su camino estaba en las leyes. “Yo entré a estudiar derecho porque creía que la ley tenía que ver mucho con la justicia. Yo quería respuestas de la justicia, pensé que la ley me daría esas respuestas y que estudiar derecho me daría esas respuestas. Hasta que después descubrí que la ley no necesariamente tiene que ver con la justicia. La ley es un acuerdo político y sigue la dirección de los políticos que la crean”.

Se graduó como abogado en la Universidad Externado, cuando el alma máter solamente era la facultad de Derecho. Allí destaca que tuvo profesores que influyeron mucho en su pensamiento, como los juristas Alfonso Reyes Echandía o Manuel Gaona, que años más tarde fueron sacrificados en la trágica toma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985.

Una de las personas que más recuerda Esquivia la conoció por medio de un profesor en sus años de bachillerato: “una vez el rector del (Colegio) Americano decidió invitar a Camilo Torres a que hablara con los estudiantes. Yo era uno de esos estudiantes. Y cuando escuché a este hombre hablar, yo pensé «por ahí es donde debe ser el cristianismo».

El retorno a la tierra

Después de estudiar tantos años en el interior del país, entre Cachipay y Bogotá, “siempre iba a la Costa, siempre tuve la visión de regresar a la tierra. El retorno a la tierra, como decía Orlando Fals Borda”. 

Así que en 1986, por intermedio de un amigo que trabajaba en un banco, logró comprar una tierra en San Jacinto, en el departamento de Bolívar. A partir de allí, le entregaría su trabajo entero y su compromiso a la región de Montes de María.

Desde su trabajo como asesor jurídico de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia (ANUC), Ricardo centró su trabajo en los campesinos de su región, en 1988, para formarlos en cultura política, cuando empezó la campaña para la primera elección popular de alcaldes en el país.

“Nos metimos de lleno a preparar gente para las elecciones. Tú no tienes problemas aquí en este país, puedes hablar lo que quieras, lanzar panfletos, lo que quieras, siempre y cuando no toques el poder político. Cuando tú tocas el poder político, te metes en líos. Y una forma de sacarme era… me acusaron de ser de la guerrilla en Montes de María. Y eso es una cuestión que he tenido ahí, que no he podido quitármela todavía, de eso voy a hablar en la JEP”, señala Esquivia.

Esta actividad forzó a su familia al desplazamiento en Cartagena y sus trabajos posteriores tratando de construir cultura de paz en la región lo obligaron a exiliarse. 

Los laboratorios de paz

Según Esquivia, en 1996 comenzó la era más fuerte del conflicto en Montes de María, hasta el 2005: “Ese periodo de nueve años fue duro. Esta región de Montes de María fue herida, desestructurada. Hubo ocho grupos armados allá, incluyendo los legales, y cada grupo armado exigía obediencia al sitio donde vivía. Esto hizo que las comunidades se fragmentaran y se volvieran enemigos”. 

A pesar del desplazamiento y el exilio, “durante todo este tiempo, yo siempre regresaba a la Costa. En el 2004, creamos la Fundación de Desarrollo y Paz de Montes de María, donde elaboramos el tercer laboratorio de paz, y me fui a vivir definitivamente a Sincelejo desde el 2002”. 

Esto motivó al abogado a enfocar su trabajo en la reconciliación y la no violencia. Pero él insiste en que más que hablar de reconciliación, prefiere hablar de reencuentro.

“Salieron las armas, pero no hubo reconciliación entre la gente. Los hermanos están heridos y existe ese dolor profundo. El trabajo nuestro consiste en acompañar a esas comunidades, de tal manera que puedan sanar. Ver la humanidad del otro para que pueda ser interlocutor y se crean, para que puedan trabajar juntos. Entonces decimos que hacemos un trabajo de reencuentro. Un reencuentro entre iguales en desencuentro”, explica.

En eso consiste su trabajo como defensor de derechos humanos, dice Esquivia: “Sí, el Estado debe proteger los derechos humanos, pero es más que una declaración: los derechos humanos son un estilo de vida. Tú realmente eres defensor de derechos humanos cuando logras entender que tu hermano o tu hermana es el reflejo tuyo, de tu humanidad y puedes entender que cualquier persona es tu hermano, es tu hermana. Cuando tú entiendes eso, no importa que haya ley o no, tú te integras a ese estilo vivencial que respeta y promueve la dignidad humana”.

El miedo sigue latente en Montes de María

Y aunque su trabajo de toda una vida en la defensa de los derechos humanos continúa y la gente de la región -afirma él- hoy está más preparada, todavía existe el riesgo de que surja la violencia, todavía hay miedo y desconfianza. La prueba de esto, según el defensor, es que hay 2.000 organizaciones en la región que trabajan por el desarrollo y la paz, pero no son capaces de unirse, por el miedo que dejó la violencia.

Es tal vez por esto que Ricardo aceptó el galardón como Defensor a toda una vida, más que por él mismo; porque “permite la oportunidad de hablar de la situación de la región, publicitar lo que está pasando porque en Montes de María en este momento necesitamos que nos ayuden a blindarlo contra la violencia, para que no se repitan estos hechos victimizantes que se hicieron durante el conflicto armado. Miren para acá, a ver si logramos blindar esta región”.

-¿Está en riesgo otra vez Montes de María?

“Está en riesgo otra vez Montes de María. Yo a veces veo que como que fueran los (años) noventa. El comienzo. Pero la gente ha regresado, se ha preparado, hemos trabajado durante 20 años y ya hay un fundamento. Ya es diferente”.

Frente a la esperanza del Acuerdo de Paz de La Habana, que firmaron el Gobierno y las Farc en el 2016, Esquivia dice que “hay que hablar de cumplir promesas. Y los señores del Gobierno actual tienen que entender que se hizo un acuerdo con el Estado, y hay unos acuerdos, un acuerdo final. El Gobierno debe cumplir ese acuerdo final”.

Y su mensaje al Gobierno también es “ahora darle la oportunidad de ir a las comunidades, para trabajar con ellas, preguntarles, entenderlas. Entender que ellos no son la máxima potencia, la máxima es la comunidad. Debe acercarse para unirse a la fuerza de las comunidades, para que las comunidades sean el soporte de su gobierno. Hay que unir las fuerzas para que todo esto cambie”.